sábado, enero 31, 2009

Martini dry y un par de tacones

Qué poco necesitas para ser feliz en una noche dentro de una gran ciudad en un mundo pequeño. Qué poco te cuesta cantar canciones cuando la botella está medío vacía y los ojos te lloran, no sabes muy bien si por la emoción de las canciones que te acompañaron o por los acompañantes en sí mismos.
Y de pronto te vuelves dura, más que la barra de hierro que llevas en el coche (inciso: por si las moscas). Tan dura como cuando jugabas un partido de básket en tus años de instituto y te tenías que hacer notar para que los chicos te pasaran y para que no te hicieran más daño que el que ya te hacían por ser una chica.
Durante mucho tiempo no entendí eso que llaman la guerra de sexos. Joder, con lo fácil que es vivir en un mundo de igualdad. Sin matriarcados, patriarcados o demás chorradas...
El caso es que fue cuando empecé a tener una relación seria cuando empecé a competir. Esa primera relación seria, del que hoy es uno de mis mejores amigos, acabó el día que yo cumplía mis sueños y el no sabía dónde iba. Me di cuenta que había hombres incapaces de ser mantenidos.
Y me hice más mujer si cabe. Mi perfecta compañía eran tacones, botas, zapatos que mostraran mi carácter de mi mujer. Mi pelo, siempre peinado, aunque sea para recibir a mis amigas en pijama. Mi ropa, siempre lista para destacar mi femineidad. Porque no hay que avergonzarse de ser lo que eres.
Y ves que la competencia sigue viva. Continuó en mi relación con B., aunque él parecía el tío más sensible, no os fiéis nunca de los sensibles, son los peores; parece que te comprenden, pero es mejor un tío que vaya de frente, que te diga que no quiere que pagues en el restaurante, que prefiere conducir él (aunque tú seas mejor conductora y él haya tenido una docena de golpes), de esos que mientras compras tus zapatos te esperan tomando una cerveza...Me estaré haciendo mala, pero voy a empezar a dejar un lado las sensiblerías y voy a volver a mi yo original...o a algo que se le parezca.
Mientras me quedo con tacones y Martini Dry, que es lo que me apetece antes de la noche que me espera con mi gente. Os dejo con mi alegoría, subida en unos tacones.
***Un aumento de sueldo es como un Martini: sube el ánimo, pero sólo un rato (Dan Seligman)***

2 comentarios:

  1. ¿Y si el tío va de frente desde el primer momento y te confiesa que siempre odió conducir, que no le importa ser mantenido y permanecer al margen del aparato socioproductivo, que lo que quiere es inspirarse en ti mientras crea siempre que tú traigas pasta para comer lo mínimo indispensable?

    Ahí te quiero ver.

    Ahm, hola!
    jajaj

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  2. Enhorabuena, este post es muy digno. Creo que voy a inventar el premio polvazo y serás una de las serias candidatas. Especialmente si acudes a la entrega con tacones y demás.

    SAludos y besos

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